Rafael Rodríguez, un grande de la trova espirituana
Nació el 27 de enero de 1910 y hoy se cumple el 115 aniversario de su natalicio.
Trovador y compositor de canciones y boleros, su primera canción,La verdad desnuda, fue compuesta en 1925, por lo que ya cumple su centenario.
Rafael Rodríguez desandaba nuestras calles acompañado de su guitarra; era callado, taciturno, con una paz que le iba por dentro, como si no tuviera deudas y esperase tranquilo el acorde final. En la calle Martí tenía su casa y a ella acudían sus alumnos que lo respetaban y aprendían de él los secretos de la música.
Rafael no se parecía a sus canciones, de imágenes atrevidas para su tiempo, de un liberalismo rayano en la desobediencia. Las composiciones Invierno y primavera y Nuestras almas, entre otras, fueron clásicos que aportó a la trova cubana.
Era un hombre que bajo su aparente tranquilidad vivió intensamente y sus canciones parecían estar escritas para generaciones futuras. Profundas metáforas, versos cargados de erotismo y una cultura que ponía de manifiesto lecturas bien encaminadasfueron evidentes en sus composiciones musicales.
La vida de Rafael Rodríguez no se apartó mucho de lo cotidiano en los demás trovadores: serenatas, bares, obras por encargo y un trasnochar constante, tratando de ganar el sustento diario. Canciones para alegrar o entristecer a los demás, cobradas en efectivo, como si la música y las composiciones que lo inmortalizaron tuviesen algún precio razonable.
Eran tiempos muy difíciles y la cultura no tenía prácticamente ninguna subvención oficial. Sobrevivía con la voluntad de algunas iniciativas privadas y nuestros trovadores deambulaban con su guitarra al hombro buscando de noche algo que hacer, mientras, por lo general, en horario diurno se ocupaban de otros menesteres.
Engrosó así la cofradía de compositores de la trova espirituana que coincidieron en un marco geográfico determinado y en una época precisa.En su larga trayectoria integró varios dúos, tríos y septetos y fue muy reconocido por el Dúo Rodríguez Puig, que formó junto a otro destacado músico espirituano.
Rafael Rodríguez Muñoz fue el último en morir de los grandes de la trova espirituana. Los sobrevivió como si supiese que sus canciones estuvieran hechas para algún otro siglo que vendría.
Una noche se marchó con los demás, su guitarra bajo el brazo, y esa proverbial tranquilidad de los que saben que jamás serán olvidados. Su partida dejaba un hondo vacío en la música espirituana y cerró el capítulo de los grandes trovadores vivos.