Nené, el de la Conga

Se ha dicho que este año Sí. Que este año volverá a realizarse el Santiago Espirituano. Si de verdad se logra – que no lo pongo en duda- en ese Santiago estará presente el recuerdo de Raimundo Valle Pina; Nené el de la Conga, como se le conoció.

Nacido el 23 de enero de 1932 hoy estaría celebrando su aniversario 93.

Su sepelio, en marzo del 2008, convertido en una expresión popular de cultura y agradecimiento lo despidió de nosotros físicamente.

En estas calles, en cada Santiago Espirituano o fecha significativa volverá con el clamor de los tambores porque su nombre siempre estuvo ligado a la música.

De un carácter sobrio, respetado por todos, su conga recorría la ciudad mientras él con su inseparable bastón marcaba el ritmo imponiendo una autoridad incuestionable y férrea en un sitio donde corría el ron y se exacerbaban los ánimos al compás de los cueros.

Nené era un hombre humilde; carpintero que no abandonó nunca el trabajo. Su casa y su corazón estaban abiertos de par en par a sus amigos y a la cultura afrocubana.

Desandaba la provincia y el país con su conga, una casi orquesta sinfónica con cuarenta músicos que hacían temblar la tierra mientras el pueblo “corría” el Santiago tras ellos. De eso pueden dar fe los sorprendidos habaneros, gente brava a la hora de arrollar; sorprendidos una buena noche por aquella conga fantasma que en pleno carnaval les iba a bailar en casa del trompo dejándolos perplejos y moviendo los pies.

Nené era también el Santiago: Cada año su “piquete” acompañaba a la comparsa Los Guaracheros de San Andrés en una pugna con las demás, donde ganar era cuestión de honor. Y cada vez se paseaba autoritario, blandiendo su cetro ante la plataforma central, mientras su conga estrenaba cantos provocadores y un sonido endemoniado.

No muere jamás quien cultiva tanta alegría y Nené era de esos hombres.

Cada vez que resuene un tambor y halla una buena rumba, cuando en Julio los espirituanos vuelvan a arrollar detrás de sus comparsas Nené volverá -de donde ha ido- para dirigir de nuevo a su conga.