El día en que Villena calificó a Machado como el “asno con garras”
Cuando el 16 de enero de 1934 la tuberculosis venció definitivamente a Rubén Martínez Villena, Cuba perdió a uno de sus más preclaros dirigentes políticos y del poeta de “la pupila insomne”, el joven que organizó, ya muy débil por la enfermedad que terminaría consumiéndolo, la huelga que derrocó a Gerardo Machado.
Líder de la famosa Protesta de los Trece durante el gobierno de Alfredo Zayas, y defensor a ultranza del proletariado cubano y universal, Villena protagonizó uno de los capítulos más simbólicos de la República: la batalla por la vida de su amigo Julio Antonio Mella, dirigente estudiantil y fundador del primer Partido Comunista de Cuba, quien se había declarado en huelga de hambre tras ser encarcelado sin pruebas, bajo la acusación de terrorista.
Para salvar a Mella de la muerte segura por inanición, Villena se enfrentó al mismísimo Gerardo Machado, a quien calificó con los más descarnados adjetivos. El encuentro entre ambos tuvo lugar en casa de un ministro del Gobierno, escenario que el poeta aprovechó para hablarle al dictador de las virtudes de Mella y pedirle que autorizara su excarcelación bajo fianza.
Pero la respuesta de Machado fue hiriente: “Mella será un buen hijo, pero es un comunista. Es un comunista y me ha tirado un manifiesto, impreso en tinta roja, en donde lo menos que me dice es asesino… ¡Y eso no lo puedo permitir!”.
Por más que intentó, Rubén no logró contenerse y, en tono desafiante, le dijo: “¡Usted llama a Mella comunista como un insulto y usted no sabe lo que es ser comunista! ¡Usted no debe hablar de lo que no sabe!”.
Machado “se replegó como un tigre que iba a saltar”, como describiera luego el periodista y poeta Pablo de la Torriente Brau, y con esa furia le contestó: “Tiene usted razón, joven. Yo no sé lo que es comunismo, ni anarquismo, ni socialismo. Pero a mí no me ponen rabo, ni los estudiantes, ni los obreros, ni los veteranos, ni los patriotas… ni Mella. ¡Y lo mato, lo mato!”.
En ese punto álgido terminó el diálogo, pues los acompañantes de Machado lo rodearon y condujeron hacia el auto, mientras Rubén, irritado, continuaba increpando al tirano. Entonces, todavía en el patio de la casa del Ministro, lanzó Villena una de sus más icónicas frases:
“¡Yo no lo había visto nunca; yo no lo conocía; solo había oído decir que era un bruto, un salvaje! ¡Y ahora veo que es verdad todo lo que se dice! ¡Pobre América Latina, pobre América Española, que está sometida a estos bárbaros! ¡Pero este no es más que un bárbaro, un animal, un salvaje, una bestia…, un asno con garras!”, sentenció.
Aquella misma tarde, a los 19 días de haber iniciado la huelga, Mella era puesto en libertad, aunque Machado no cesaría en su empeño de aniquilarlo hasta que fue ultimado en plena calle, en México, el 10 de enero de 1929. Quedaba sobre Rubén y otros jóvenes de su generación arrinconar al asno con garras.
Fue Villena quien organizó y dirigió la huelga general revolucionaria que derrocó a Machado el 12 de agosto de 1933. Participó en el recibimiento de las cenizas de Mella y, con la salud ya muy resquebrajada, encabezó las reuniones del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y preparó el IV Congreso Nacional Obrero de Unidad Sindical.
Su muerte coincidió con la culminación de este cónclave y a su entierro asistieron todos los delegados con sus credenciales y los estandartes de los sindicatos, seguidos por más de 20 000 trabajadores, quienes lo despidieron entre consignas y canciones revolucionarias en el tránsito al Cementerio de Colón.
A Rubén Martínez Villena, su amigo y compañero de luchas Raúl Roa lo definió entonces con una frase que resumiría como pocas aquel espíritu indomable: “Desafió mil veces la muerte y quemó alegremente su vida”.