Dólares al rojo vivo (+ Video)
Aunque el dólar estadounidense es verde, bien verde, su incursión reciente en la venta de un mercado habanero ha levantado en las redes —y fuera de estas— un escozor al rojo vivo.
Tanto que no cabría ni en los anchos escalones que conducen al supermercado de 3ra. y 70, por donde suben con pesar la incertidumbre, el desconcierto y la desinformación, mucho más porque su apertura llegó así, de sopetón, como si los consumidores vivieran en Nueva York —donde el dólar no implica traumas— y no en Cuba, donde sí lo hace, a pesar de que hace rato fluye en nuestras finanzas, formal e informalmente; o como si la población no mereciera la información que por derecho constitucional le pertenece y la Ley de Comunicación Social le afianza.
No fue ese mercado el que inició la dolarización parcial en Cuba. No hablo solo del dólar, que comanda en el comercio informal entre personas para comprar una casa, un auto, una nevera o una olla por los innumerables grupos de Internet y hasta para pagar fotos de quinceañera; sino también del que ha entronizado hace rato el Estado, lo mismo para vender combustible en el Cupet que para el pago de pasajes a través de Viazul o para comercializar hoteles e vender insumos agrícolas.
Incluso antes, en la década de los 90, cuando dejó de ser caldo de delito y se despenalizó el dólar físico y virtual, se corporizó en CUC, en MLC y hasta en el controvertido CL que tiene enloquecidos a empresas estatales y productores agrícolas.
Pero este dólar, el del supermercado, es otra cosa porque al salir de repente en un lugar donde se venden productos de alta necesidad, que no es posible adquirir en ninguna moneda por la vía estatal, ha levantado muchas interrogantes.
El problema no es solo el USD, si en el más caro de los optimismos pensamos que es loable —con todo y las voces en contra— en un país que tiene sus arcas vacías, le debe a medio mundo y tiene que debatir qué barco comprar de los 10 que están en puerto; también porque el bloqueo sigue ahí, de verdad.
Sería plausible si en primera y en última instancia algunos de esos dólares recaudados se “popularizaran” en un paquete de pollo que hace rato no se vende estatalmente en moneda nacional, si permitiera comprar la leche en polvo de los niños o una jeringuilla para hacerse un simple análisis de laboratorio.
El problema parece no ser el tipo de moneda, ni siquiera por aquello de comercializar productos de primer nivel en una en la que no se paga el salario, porque tampoco nunca nos retribuyeron en CUC y mucho menos en MLC.
Imágenes desde el mercado Gran Muthu Habana dejan ver colas inmensas para comprar y pagar por quienes tienen familiares en el exterior o porque compran el dólar “flotante” en el mercado informal. Y quienes repletan los carritos son cubanos, muy cubanos, por cierto.
No es la tienda la ha enraizado las diferencias sociales, presentes hace rato en nuestra sociedad. En todo caso, las visibiliza un poco más por la característica de este tipo de comercio. Quienes no pueden ni asomarse a 3ra. y 70 son, lamentablemente, los mismos que nunca o casi nunca pudieron cambiar sus pesos por CUC, aunque aquel costaba 25 en una proporción de cambio similar a la de ahora; son los mismos que nunca han entrado a una tienda en MLC porque mucho menos pueden acceder al trueque de 1 por 250, 270 pesos o más; son los mismos que dejaron en la tienda de comercio una libra de arroz vendida a precio diferenciado por solo disponer de una exigua chequera que los convierte en vulnerables, los registrados por el Ministerio de Trabajo, porque ciertamente hoy la incapacidad del peso cubano suma muchos a esa lista.
El problema no es solo el USD; porque, ¿cuántos dólares valía la simple información previa a los clientes sobre el cambio en el cobro de una moneda de un día para otro para evitar el malestar de quienes acudieron con su tradicional tarjeta de MLC? ¿Cuánto vale la que tampoco se ofreció días después a los cubanos —no a los enemigos— que la piden por todas partes?
Fuentes que, por lógica, pidieron el anonimato adelantaron que tiendas similares se preparan en todo el país, aquí en la zona norte de la ciudad espirituana y también en Trinidad. ¿Se abrirán también con esos candados de silencio?
Confiados en que la comunicación es uno de los pilares de la gestión de gobierno en Cuba, muchos oídos del pueblo esperan explicaciones, sobre todo porque en cuanta reunión importante se ha desarrollado en el país se ha dicho que, por traumática que parezca, toda medida la lleva, mucho más en tiempo de redes cuando, como en este caso, los vacíos informativos se apoderan de las instituciones y hasta del Estado para abrir las voces del rumor y la especulación.
No me referiré los maltratos que narra en su post de Facebook la doctora en Ciencias de la Comunicación Ana Teresa Badía. Solo hablaré de dos. Si no informar debidamente y a tiempo a los clientes desdice los consabidos derechos de este, la insólita práctica de no dar vuelto en menudo de dólar o devolver a cambio caramelos y galleticas en el citado mercado, cuando el pago es en efectivo, es, creo, una soberana estafa al consumidor.
No hay Revolución sin riesgos ni tempestades. Eso lo advertía Fidel cuando, hace 66 años, dijo en Santiago de Cuba que la Revolución sería una empresa dura y llena de peligros.
Un dólar de más, como ha dicho mi amigo Reinaldo Cedeño desde esa heroica ciudad, a pesar de la falta que nos hace, no puede dejarnos un país de menos.
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Sigo apostando por usted, porqué la verdad no tiene porqué seguir detrás del telón de trajes bien caros, y mucho menos de cuerpos llenos de grasa y muy poco corazón