La Sierpe: Mano tendida a los invasores rebeldes
El Che lideró las fuerzas revolucionarias a su llegada al Escambray
Vencido el cruce del río Jatibonico del Sur, la Columna No. 8, encabezada por el Comandante Ernesto Che Guevara, siguió por el sur de La Sierpe, en su itinerario hacia el macizo del Escambray.
Sobre las ancas del caballo de Ramiro Valdés, segundo al mando de la fuerza guerrillera, va Moisés Sio Wong, impedido de caminar por su deplorable salud. Dormido, cae enterrado en el fango en la oscura llanura, sin percatarse Ramiro de ello. Por fortuna, quienes les seguían lo sacan del lodazal, y todos continúan la marcha hasta llegar al monte Blanquizal, en la finca El Toro. Es 12 de octubre de 1958.
De retorno, la exploración le informa al Che que en el batey no hay persona alguna; hecho relacionado con los volantes tirados por la aviación. “Lo más pronto posible saquen sus familiares de esos contornos, pues el ataque de nuestras fuerzas, por aire y por tierra, no se hará esperar”, agregaba el ultimátum castrense. Aquella era una recomendación camaleónica. La verdadera intención: impedir la colaboración de los guajiros.
Entre quienes ponen pies en polvorosa del lugar se alistan el mayoral de la finca y su familia, cuya vivienda posee numerosa comida. Alertado, el Che ordena tomar lo necesario, que le viene como anillo al dedo a la tropa.
Previo a la partida, le redacta una nota al dueño con la relación de lo consumido, y deja el pago de los gastos, según testimonios de Miguel Martínez.
Otra vez al camino. Claro, en la noche. La Punta de la Vanguardia se detiene en la finca La Barquilla, casi en los esteros de la costa sur, y tocan la puerta de un bohío.
—Francisco, Francisco…
Se trata de Francisco González Ibáñez, quien acepta servir de práctico. Próximo, los espera el Che y sus preguntas de rutina acerca de la ubicación del ejército, del itinerario a seguir…
Bordean el batey de Los Galleguitos, pasan por Romero y toman rumbo norte por el camino hacia Peralejos.
“Cuando dejé la columna, cerca de Juan Débil —relataría a los periodistas Mayra Pardillo y Raúl García (GARAL) décadas atrás—, Miguel me trajo un salvoconducto firmado por el Che, que decía: ‘Deje pasar al portador, Che’”.
Sin sorpresas de por medio, la avanzada de la columna arriba al batey de Juan Débil, de la arrocera de Víctor Fernández, donde poco a poco se va reagrupando la hueste invasora.
—¿Quién será a esta hora?, se pregunta José Hernández Cruz (Cheo), y somnoliento abre la puerta de su casa en Juan Débil. Es 13 de octubre.
Son hombres de la columna. A los pocos minutos, Cheo tiene delante al jefe guerrillero en la fonda del caserío. Es el único que lleva una discreta estrella de bronce. Hernández Cruz le sugiere a Guevara que acampen en Monte Quemado, a 2.5 kilómetros del batey.
Hacia allá sale un grupo de invasores; el otro se había quedado rezagado en el camino debido a tanto agotamiento. Por ello, el Che le pide ayuda al mecánico Lucas Conde Gómez, quien manejaba la camioneta del dueño de la arrocera.
—Nos hace falta la camioneta para trasladar a unos rebeldes que están en mal estado y vienen a pie. Tú no manejarás, lo hará otro.
Lucas no duda. A escasos minutos, y en tono más íntimo, el Comandante le pregunta si tiene un limón. El lugareño se lo consigue, y el Che se lo come con cáscara y todo.
La columna acampa en Monte Quemado, en las inmediaciones del batey Juan Débil. El cruce del río Zaza estaba por venir.
Fuentes:
Jorge Meneses, Historiador de La Sierpe.
Iglesias, Joel: De la Sierra Maestra al Escambray.
García, Raúl, y Pardillo, Mayra: Ecos de Che.
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Con respecto a la finca el toro no estaba abandonada ,de echo mi bisabuelo luis Sori estaba con su mujer y sus 7 hijos ,incluyendo a mi abuela ,y el los ayudo con lo que tenia al alcance ,no se porque omitieron eso de la historia …