Mijaín es Mijaín (+ audio, fotos y video)
¡Mijaín López es pentacampeón olímpico! Dígase eso y se habrá dicho todo en momentos en que las palabras se perturban y las emociones suplantan las razones. Todo París lo sabía y también el mundo.
Desde que subió por primera vez a los colchones, la noticia empezó a confirmarse en lo que ya se sabía que ya era. Y lo fue. Porque nunca faltó a una de sus promesas desde que entró al mundo de los títulos allá en Beijing 2008, nadie quiso perderse esta fiesta bajo los cinco aros parisinos.
Fotos: Ricardo López Hevia.
Por eso Cuba y también el mundo se paralizó cuatro veces, las mismas que su ídolo subió al colchón a la conquista de lo único que fue a buscar tras tres años de lucha contra el tiempo, los años, las miradas.
Por eso Cuba aplazó todos los compromisos que tenía para esta jornada en que nos dimos todos, varios minutos feriados para ser testigos de un suceso irrepetible, que quisimos ver para que nadie lo contara después.
Ganó Mijaín y me vi llorando sin control, sin fuerzas y con ella, para besarlo desde lejos y arrullarlo como todos los que lo cargamos mimos a pesar de su estatura y de sus libras.
Pero París lloró como Cuba entera ante cada segundo de una pelea que se sabía dorada, mucho antes de empezar.
Ganó Mijaín, tan alto y grande como la torre de Eifel que le reverenció con una gigantografía y su esbeltez. Ganó el hombre que superó todas las presiones, las mediáticas que le pusieron en su centro, las que le pronosticaron un bronce impensado, las de sus rivales que fueron a ganar una batalla que ellos mismos sabían perdida.
Dígase Mijaín y se habrá dicho gigante, hazaña, mambí, cubano. El elegido de los Dioses ganó y el cielo lo saludó desde lo alto, donde reinará por los siglos de los siglos.
En una ceremonia interminable Mijaín regaló besos, abrazos, autógrafos, selfies, amor, humildad, en un mar de banderas cubanas y de otras naciones que anunciaron que él y solo él, le tocaba vivir el privilegio de hacer escuchar por primera vez el himno, nuestro himno en medio de un escenario inolvidable.
Y porque nadie podrá llegar hasta donde él y su gloria, sobre el colchón de París, Mijaín plantó, postró unas zapatillas del tamaño de una hazaña única, irrepetible, insuperable que la historia calzara para sí.
No habrá que hacerle el monumento que muchos piden porque ya Mijaín López es ese monumento a la gloria, es ese país que aún no quiere despertar de este sueño que el Gigante de la Herradura quiso regalarnos en este día inmortal.
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