Berta Martínez: Yaguajay en la memoria

Berta Martínez: Yaguajay en la memoria El amplio registro actoral de la espirituana no pasó inadvertido ante críticos y espectadores.

Nunca salió a la calle a gritar: “Estoy aquí, viva”. Y cuando el olvido intentaba disputarle su realeza en la escena cubana, jamás se quedó sola en su apartamento de 23 y F, en el Vedado capitalino, donde se le aparecían los fantasmas de Lala Fundora, Bernarda Alba y de tantos otros personajes a los cuales les dio vida.

Dicen que la muerte es una noche salvaje, y estoy por pensarlo desde que el 27 de octubre de 2018 le arrancó los 87 años a la yaguajayense Berta Martínez López, Premio Nacional de Teatro 2000. Dicen también que después de todo, la muerte es solo un síntoma de que hubo vida, y estoy por admitírselo a Benedetti.

Y a La Martínez —como la llamó la crítica española— habría que creerle sus nostalgias por Yaguajay —confesadas en más de una entrevista—, por el teatro de la localidad, donde un hombre con sombrero no dejaba de fumar, mientras recogía las papeletas a los espectadores impacientes.

“Me veo muy pequeña, tres años tendría, en los brazos de mi tía —evocó en cierta ocasión—. Recuerdo a mi hermana, la encargada de organizar las veladas del pueblo. Ella era la única artista de la familia. Recuerdo también a hombres vestidos de mujeres y a mujeres, de hombres. ¿La primera obra teatral que recuerdo? Las Leandras”.

Los pitazos del tren, el impertinente hollín de los ingenios próximos; el olor de la melaza que envolvía el poblado norteño espirituano en tiempos de zafra nunca se despidieron de la memoria de la actriz, la directora escénica y la diseñadora escenográfica y de luces, quien se mudó con su familia para La Habana en los inicios de su adolescencia.

“Berta amaba y hablaba mucho de esta región”, comenta a este periodista la actriz Eslinda Núñez, Premio Nacional de Cine 2011, con una creación artística nada desdeñable también sobre las tablas, parte de esta dirigida por La Martínez en Teatro Estudio, incluida la puesta de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca.

Una de las protagonistas de Lucía, un clásico de la filmografía cubana, realza la singularidad del montaje de esta pieza por la yaguajayense. “Era una Casa de Bernarda Alba diferente. Berta trató de hacer que hubiera un exterior —lo que se decía— y un interior —lo que pensaba el personaje—. Para mí fue algo extraordinario. Todas tuvimos que hacer todos los personajes”, indica Eslinda.

El embrujo de la espirituana hacia el poeta y dramaturgo español llegó precozmente. Y sobre ello hablaremos en próximos apuntes.

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