Gallos caen con las espuelas bien puestas

Gallos caen con las espuelas bien puestas

Cuando Yosvani Peñalver sacó su guante felino e hizo la atrapada de la noche, terminó con el sueño espirituano y preservó para su equipo azul la victoria que le dio el último boleto a semifinales de la Serie Nacional de Béisbol.

Fue un fildeo espectacular sobre una línea soberbia bateada por quien fue uno de los mejores jugadores de esta post temporada: Lázaro Fernández quien se quedó sin aliento como todos sus compañeros y sus parciales en el graderío del Huelga y fuera de este justo cuando los locales amenazaban con dejar al campo a los giradillos con el empate en tercera y la ventaja en primera.

Fue un cierre sensacional, digno de la rivalidad de este play off entre Gallos y Leones, enrolados en el pareo más reñido de cuartos de final y único que llegó al séptimo encuentro.

Desde sus inicios, el drama y el suspenso se instalaron en un Huelga desbordado que a las seis de la tarde solo tenía libre los espacios de sol en su ala derecha.

Sobre el terreno, dos equipos dispuestos a ofrecer el mejor de los espectáculos y lo lograron, más allá de los errores, hijos de los juegos tensos, más allá de las bases que se quedaron llenas más de una vez, como sucede cuando la presión sube de tono en un juego de vida o muerte como este.

Durante algo más de tres horas, el público se deleitó con el sube y baja de la anotación, los batazos oportunos, las carreras que se concretaron, los lances dominantes.

Y dio rienda suelta a la alegría al deleite en un espectáculo palpitante y sobrecogedor, de congas y cantíos, de gritos de delirio y lágrimas de emoción, de carteles y mascotas, de disfrute total, más allá del resultado

Y cuando llegó la atrapada de Peñalver que enmudeció al Huelga, debieron pasar varios minutos para que jugadores y colectivo de dirección asimilaran lo que acababa de suceder sobre sus trajes sudados. Las lágrimas corrieron sin consuelo y no hubo palabra capaz de estremecerlos, ni sacarlos de su espasmo, sin armas para entender que llevar el play off al séptimo juego ante un equipo favorito, y llegar con opciones de triunfo al último outs, es lo plausible más allá de la pizarra.

Mas como un espectáculo digno de un final de igual dimensión, el público se quedó en su graderío y les esperó a que salieran a la grama del “Huelga” para aplaudir a sus Gallos en larga y merecida ovación. Y créanme, yo que he visto derrotas de todos los colores en ese mismo escenario, play off tras play off, no recuerdo, nada similar: un estadio repleto en pie para reconocer entre vítores al equipo perdedor.

Y antes de caer de bruces en medio del terreno, Lázaro Martínez, manager rodeado de un equipo enternecido en llantos y las autoridades políticas, gubernamentales y deportivas de la provincia, agradeció a los muchachos “por la entrega, por la unidad y la capacidad de soñar y al pueblo por llenar ese estadio como nunca”

Tampoco se pudo esta vez y para luego quedarán los análisis. Mas me quedo con esta última imagen, con la garra y la combatividad de estos Gallos, que llegaron más allá de lo que muchos pensaron.

También con las lagrimas inconsolables de Lazarito, que probó ser jugador de play off . También con el dolor y la vergüenza de todos después de creerse que podían y en realidad, estuvieron a la distancia de un fildeo, de lograrlo.

Y me quedo, ¡cómo no!, con el arrojo del niño-hombre de 19 años Rafael Orlando Perdomo, que salió por tercera vez en estos play off para largar su brazo por sus azules, cuando ya parecía haber hecho suficiente con sus dos victorias anteriores. Me quedó también con la reverencia de los ganadores al reconocer a un rival que les dio batalla antes de caer

Gallos y leones le inyectaron al béisbol, una vacuna de vida, porque aun con sus manchas, que las tiene, nada logra lo que él en esta Cuba: hacer delirar a miles y miles de almas en medio de un estadio y fuera de él.

 

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